domingo, 22 de septiembre de 2013

AL CANTOR AMIGO

                               (Avellaneda del recuerdo)


Hombre que cruzas caminos
cantando tus añoranzas,
ojalá tengas la suerte
de ser amigo del mundo;

Reconozco vuestro arte
que llega exacto a la luna,
aunque parezca difícil
las horas llevan tu aliento
cantando siempre a las sombras
inquietas de Buenos Aires.

Muchacho:

Veo una sombra extasiada,
siento una voz que resuena
y la noche enamorada
pasa tranquila y serena.
. . . . ¡ Noche de Avellaneda !.-


CALLES DE LOS SUBURBIOS

Siempre me agradó
andar por los suburbios
de esta chica ciudad,
por esas calles plomizas
que ofrecen suaves encantos,
donde la vida me ama
predicando la verdad.
Calles que se deslizan
en presencia de mis ojos
que siempre miran tranquilos
cuando nace la belleza:
-Flores que vuelcan su néctar,
insectos que se emborrachan
cuando se apaga la siesta,
niños que juegan al trompo,
las bolitas y las pandorgas,
viento que sopla despacio
llevando la nota alegre
del vals privilegiado
y desde una ventana abierta
canta una niña contenta
como un zorzal enjaulado.
Mirando el azul espacio
las nubes pintan un mapa. . .
cubriendo al querido sol
que besa a la tierra santa,
con sus rayos de calor.
¡ Oh calles de los suburbios
de mi encantada ciudad !
Cuanto amor despierta mi alma
al traficar silenciosa,
siente la nota dichosa
de esta gran naturaleza
y las tardecitas duermen
mientras sonríe mi proeza.-


AL MALOGRADO POETA HIGINIO RIZO

(" Para encumbrar el alma hasta lo eterno
 ¡ menester es sufrir. . . . ..")
Lejos muy lejos una tumba vese
sin cruz, sin epitafios, ni crespones,
adonde nunca sonrosadas flores
vuelcan la esencia de su casto amor;
allí solo se escuchan los gemidos
del viento que solloza,
y al caer de las tardes silenciosas
melancólicos toques de oración.
Es que en esa mansión donde termina
el último peldaño  de esta vida,
se abre un caos fatal para el suicida
de desprecio, de ausencia, de dolor.
¡ Pobre Rizo ! tu mismo en torpe gesto
ensombreciste tu vibrante lira,
en un instante trágico siniestro,
cuando tus labios a cantar se abrían,
cuando tus ojos la visión precisa
de la belleza y sueños,
un mundo hermoso, plácido, risueño,
celajes de venturas prometían. . .
Delante de tus versos muchas veces
como un niño inocente hasta he llorado,
y a la par de ese libro deshojado
comprendí tu fecunda concepción;
Cuando dices: -Mi buena dulce madre,
ante mi padre díjome: -Sé bueno . . . .
y cuando ella murió yo miserable
hundí en la ingratitud su santo empeño. .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .  

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