Se llegaron a mí todas las flores
mandándome a llorar...
sobre la tumba atroz de mis dolores
a la orilla del mar.
Se llegaron a mí horas peores
mandándome a cantar,
sobre la tumba helada de una pobre
que me dejó el pesar.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Sintiéronme cantar en la mañana
las coplas del amor,
y desde lejos el doblar de una campana
traíame el dolor.
Eran horas fatales de tristeza
que llegáronse a mí,
embriagando a mi gentil cabeza
con el licor del sufrir.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Había muerto una virgen, un tesoro...
la clave de mi canto,
y en lugar de cantar ahora lloro
sobre el fatal espanto.
Ahora lloro sobre la tumba helada
de mi querido amor,
y cierro de una vez la puerta abierta
cual seña de dolor.-
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