No canto a la consagrada...
sino a la que tiene
algo de parecido;
a la que riega el rosal
todas las mañanas otoñales;
a esa mujer que al asomarse
a su ventana,
contempla los "cachilos"
según el canillita
de mi esquina.
A esa mujer que atrae
al más cobarde
y desprecia
al más valiente,
esa con su cara
de amapola dormida
y con su suave palabra
embalsamada.
Recuerdo cuando en horas
aciagas de las siestas,
de esas siestas pesadas,
la vi dormir su sueño
distraída...
su sueño que enamora
al hombre que lo siente.
Su mirada perpetua
y de vez en cuando fugaz,
me hace recordar
a un aerolito cansado
de distancias...
su ademán de abrazar
a la natura
parece estacionado,
y su deseo de verse
solitaria merece
una plegaria.
Teresita:
-Mis labios se cansaron.-
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario